La empecé a imaginar en un domingo de
poesías y caminata
No había estrellas, la noche estaba calma;
el viento soplaba un airecito tibio y simpático, sonaba a destartalada
bicicleta y olía a caramelo
Mis manos hubiesen podido quebrar el aire
y jugar con las mariposas en caso de encontrar alguna…
La investigué por varios minutos pero no
la deduje, tampoco pude seducir su tristeza
No había estrellas, la noche estaba calma
como la marea cuando descansa
La luna seguía llena, quieta y llena, como
ya hacía varias lunas y en el polvo la tierra se mostraba viva e
incansable
Lo cierto dentro de lo bello de imaginar
fue esa sonrisa, parecida a todas y a ninguna
A ninguna, solo suya, y esa mirada como
dos lunares llenos de vida y de encanto, de razón y de memoria
No había estrellas, la noche estaba calma
como el fuego que calienta los pies en un hogar, como esa laguna del pueblo más
lejano, como ese bicho dormitando en su canasto
Me animé a entrar en su vida y así pude
salir de la mía, traté una y otra vez pero no pude descubrirla, la desnudé por
días que se hicieron meses, (en tiempos de sueño) caminé por su cuerpo descalzo
y frenético, encontré dudas como de cristal y mambos de neón
Paso a paso intenté descubrir porqué
estábamos ahí, así, matándonos en un descanso carente de sueño y conciencia
Pero no pude, no pudimos… y así seguimos
sin más preguntas… solo seguimos, acompañándonos en silencio
Hasta que en el medio de la vida una
bocina nos sonó a realidad; mi sonrisa se desdibujó en su tibio rostro y sus cuentos
volaron hacía el sauce menos llorón
Sin perdernos, sin miedos, ni olvidos,
volvimos a nuestros lugares, así como de repente: mediocres no tanto, felices
no tanto y a salvo no tanto… solo volvimos, como después de un coma o de un
viaje al espacio
Esta vez
Yo con un poco más de ella y ella con un
poco más de mi
El cielo con un poco más de estrellas y su
calma con un poco más de luz.