martes, 9 de junio de 2015

De cuando los cangrejos dieron un paso al frente

Una familia de hongos germinó de nuestros ojos azules
Los lunares blancos de mi camisa se movían en el ego que temblaba de impaciente aventura
Pequeñas lunas de algodón que se escapaban de tu perfume de mujer y se perdían antes de llegar al mundo de los sueños y de las nubes cargadas de flores color agua, brillaban al igual que el centavo, en la soledad de una vereda de lágrimas rotas, dándole al aquí horas muchas de algún remoto allí continuo. Y yo me sentía sin rodillas. Todo una babosa. Una baldosa desafinada. Un vals sin novia. Un algo amorfo y gentil. Un algo gelatinosamente amorfo y gentil contemplando belleza, esperando sin esperar el turno invisible de la ecuación que nos comunica mil veces y ninguna. MIENTRAS TANTO dos brazos cosmos descendieron de la cumbre del tobogán infinito al ahora de la playa de los versos bonitos y caricias de miel. Una playa, la única de entre tantas de la bahía, que se dejaba enamorar por los practicantes del amor. Los poemas de amor, que yo por momentos tanto odio, tanto repelo, sin buscar un porqué, danzan, cuando quieren danzar y de sus movimientos las aves se alimentan. Los plumíferos y las semillas de estación germinan sin pausa en el silencio que genera el mar cuando la marea duerme donde se ahogan las horas bobas de la demencia. Verdaderamente duermen, las horas, el mar sin pausa, en el lumbre sillón  de  luna, sobre el viento colorido de marzo que llega como llegan las golondrinas después de pintar el cielo con círculos translúcidos. Minerales que rejuvenecen nuestro norte. Nuestro carnoso latente norte corazón.
Un Astro se acercó al grupo de cangrejos que habitaba la playa y les preguntó si creían en Dios. Si se imaginan la vida en el cielo. Si conocen la historia de la más antigua de las estrellas plateada por el calor del sol. Los cangrejos respondieron casi al unísono: no creemos en Dios! No nos imaginamos la vida en el cielo y no nos interesa la historia de la estrella abuela!
Lo único que preocupaba e inquietaba a la especie de manos pinzas era el "Por qué" de no poder dar un paso al frente. -Siempre para el costado- decía uno de ellos, mientras rascaba la arena al igual que el perro que los contemplaba de cerca sus pulgas. -Para la derecha derecha derecha y para la izqierda izquierda izquierda- seguía... -Si sólo pudiéramos caminar hacia adelante- las ideas comenzaban a salir sin frontera alguna, -dar un paso al frente... El mar retrocedería mil y los barcos y las ballenas nos darían paso-. -No tan gigante pero sí un poco más justo o menos injusto...-. las palabras del único cangrejo que pitaba un cigarrillo de banana quedaron flotando entre la arena y los mosquitos por unos cuantos minutos hasta que como a todas las ideas sueltas de mano un viento suave las mudó de árbol y en el sitio germinó el silencio que invita a quedarse a las golondrinas y las reflexiónes.
El Astro vaciló unos instante y en puro silencio sacó de su boca un porro prendido que fumaron en grupo hasta la última estrella de luz. El porro olía a cielo, el perro a sal, y los cangrejos dieron un paso, un maravilloso paso al frente. Y el astro expiró. Expiró madrugada.

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