miércoles, 1 de julio de 2015

Despertador

Para Antonela

Era muy temprano cuando el mar entro por la ventana que estaba abierta y la descubrió durmiendo sobre un colchón de sueños de arena y de pluma.
Contempló su silencio y sin mojarle siquiera una oreja, pero sí desde muy cerca, bebiendo su olor, susurró, el mar, sus primeras palabras del día, que llegaron a ella como volando del cielo (quien llevaba sus colores minerales al otro lado del río todos los amaneceres despejados de nubes y tormentos, para que lavanderas y perritos, contemplasen su vestido e imaginen, quizás, el lado b del horizonte con movimiento de flecha o de hoja; e imaginen, quizás, a una chica rubia durmiendo pintando sus sueños sobre un colchón de plumas y de arena) y se fundieron las palabras al caer sin salpicar, desparramándose entre rocas y caracoles, entre amar y marea, dándose por completo a la forma, a la singular abstracción del corazón o la oración, al igual que un artesano a la arcilla de entre sus dedos y el espacio, que un poeta derritiéndose en belleza, que un astrólogo embriagándose en lo que brilla y vive en el aire.   ..."todo se mueve como una hoja de coco" "si hay viento hay movimiento" "me muevo continuamente como una hoja de coco o de palmera o de cualquier árbol sin movimiento" "gracias al viento puedo escuchar sus sueños respirando como grillos, como ojones peces rojos nadando bajo una luna iluminada..."
El mar pensaba y susurró las letras del beso que decapitó al tiempo. Y la chica rubia que soñaba se movió como un bebe dejando entrever la suavidad del alma abyecta y desarmada de cuerpos, de puentes, de autopistas, de días calendarios autoestimas avenidas y conceptos cuando los sentidos no son más que un sapo entregándose al amor de su rana. El mar pensaba y susurró un beso y la chica rubia despertó al paso de una tortuga abriendo uno a unos sus ojos y el mar contempló al igual que el perro y las lavanderas del otro lado del río, su movimiento espiralado "al igual que la lengua de la mariposa" pensó el mar y sin dejar rastros de sal se fue por el espejo que colgaba frente a los pies de la cama de bronce. Se fundió allí y la chica comenzó a sonreír y prendió un cigarrillo que pito dos veces antes de soltar el humo de entre sus rosados labios. Horas después se encontraron en la playa. Ella, encandilada de sol, surfeaba sobre él que controlaba su fuerza y al viento para no lastimarla.
El mar esperaba todos los días que fuera la noche para pensar con las estrellas las palabras que despertarían de mañana a la chica de los sueños.
La chica aún no lo sabe. Sabe que alguien la despierta pero aún le es imposible deletrear su nombre, porque lo olvida por completo inmediatamente después de la tercer pitada de su cigarrillo azul... una vez contó que sintió al surfear una gran ola que se conocían de otro lado, que sabía de él desde otro tiempo, que conocía al mar de otra vida, que fue como si el mar la hubiese besado por completo, de pies a ojos, fue un antes y un después con gustito a sal entre sus rosados labios.

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