Así, un día, nos fuimos
en una
cama de verano
-colchón
en tierra
y luz en
sol-
Los dos
guindados
del
grillo vagabundo
que
entonaba el tango sucio
de
tiempos de patio en el barro y pies en la cabeza.
Nos
descubrimos en el faro,
en aquel
faro…
Detrás de
las rocas oxidadas,
donde sólo
sonaba una imaginación de vientos
pintados en violetas y buenos platos de tomates.
Rezamos
con vos de pájaro
y volamos
sobre el agua verde.
(como la
golondrina de nuestra infancia en aquella tarde de estío)
Crecimos
siendo niños y
prometimos
no olvidarlo con las nuevas cosechas.
Así, un día, nos inventamos y trajimos de los
pelos
cada vez que un viejo roble parecía querer
aplastarnos
debajo de
cualquier techo atardecer.
Tocamos
la lengua de los sapos, peinamos el pasto,
comimos
frutas y bebimos vino de campo.
Embarramos
nuestros cuerpos y gritamos con el eco
una, una
y otra vez.
Así, un día, nos hicimos
con ojos
de artesanos
en
fósiles avolcanados
y siestas
de los valles
con los
sueños más tranquilos.
Así, un día, volveremos…
cargados
en hombros de latas mapas y mochilas
pisando
lento
sino
fuerte
con los
ojos en el fuego de luchitos
y los
abrazos de montaña…
-soplo
puro y nuestro-.
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