jueves, 6 de marzo de 2014

de cuando sentí el barco

Hay hundido en mí un barco, un barco y su tesoro, un barco con todas sus camas y toda su gente…
Hay hundido en mí un barco, lo sé y no porque lo haya soñado, ni siquiera lo pensé jamás, ni siquiera me recuerdo en él, ni siquiera un buen día pude verlo, ¡qué digo ver! Escuchar, ni escucharlo andar, hundirse… hundirse en mis huesos...
Sólo sé que está ahí, aquí dentro de mí. Entre mis cotillas hay un gigante de mil cabezas con proa, popa, timón, vela y babor, mástil, estribor, ancla y timón. Invernando esperando la puesta del sol para sonar en canción de sirenas y de locos borrachos de amor mirando lo infinito del mar y ese vapor.  Y lo maravilloso es que aún no nació el buzo de ojos saltones y negros que lo descubre, ni el periodista que lo describe en crónica en un diario de verano, ni el escritor que lo flota, ni el fotógrafo que lo inmortaliza, ni la dulzura que lo canta en la radio nació, ni los curiosos peces que lo babosean, ni el mar, ¡qué digo el mar! Ni su color, ni sus colores nacieron aún pero sí muy bien sé que está ahí, aquí dentro de mí y aún ni la chispa, ni el OM ni el silencio… nada.

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