lunes, 21 de octubre de 2013

Dormir en una cama



Me nace escribir esta noche en calma, en mi cama, desde las flores de mi cuerpo, a los platos voladores que alguna vez pasaron frente a mis ojos curiosos de vaca: redondos y brillantes, meteoritos con perfuma entre almendras y palo borracho, crueles por momento, dulces en exceso, atrevidos, distraídos  cargosos, amistosos, odiosos por naturaleza.. Tenga o no, mucho o poco sentido todo esto, así son ellos, los platos voladores o flotadores que a veces vuelven por acá; y no hay luna que los apile en un cajón o en el cofre de las fotos donde se guardan los recuerdos que de cuerdos no tienen nada y de Re tampoco porque ya me olvide de todos.  También le escribo a ella por que me acuerdo de ella en esta noche: de sus manos que me llevaron a pedalear por lugares extraños y hermosos. A ella que me sirvió en una copa con hielo rosa un amor de calesita aquella tarde calurosa de un verano sin viento y sin fronteras: yo me sentía desnudo y amarillo y transpiraba por las palabras, supongo, que jamás pude escribirle, tenia mucha sed y por momentos ganas de besarla también y de desaparecer como por arte de magia. Desaparecer, antes o después de besarla (eso ya no importa) desaparecer? No no, ya no muchacho. 
Es una noche en la cual podría escribir toda la vida de esta noche, cada paso de su respiración, de sus horas que me duermen en movimientos libres y naturales; pero hay algo que me detiene en la carretera y me hace saber que esta noche no la voy a amanecer escribiendo, no, no este amanecer que ya se viene mostrándose vanidoso y hermoso perfecto en su reflejo, no esta noche que una vez mas y por suerte me llevó a una cama, de madera, mía, cualquiera, tuya, una cama.  
No esta noche voy a amanecer escribiendo.
Sí esta noche voy a dormir en una cama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario