miércoles, 15 de octubre de 2014

Un lápiz o lapicero es un instrumento de escritura o de dibujo. Consiste en una mina o barrita de pigmento (generalmente de grafito y una grasa o arcilla especial, pero puede también ser pigmento coloreado de carbón de leña) y encapsulado generalmente en un cilindro de madera fino, aunque las envolturas de papel y plásticas también se utilizan. (Wikipedia, la enciclopedia libre wuaooou).
Perdiendo la atención por culpa de algún tango desteñido de Daniel, por culpa de las voces de la Noche, por culpa del zapato Avejentado, por culpa del Garrón… me quede sin voz y lo peor: sin mi atención de lechuzon que me mantenía sentado observando el foco, la bombillita, la mosca, la humedad, las hormigas. Y ahora estoy solo. La locura experimental del pájaro que viaja de árbol a árbol, experimento. Lo tristemente colorido por la paz del otoño. Lo tuyo ahora le pertenece a las arañas, mi amor, que jamás voy a matar. Ni se te ocurra matar una araña. Ni-se-te-o-cu-rra olvidar que existo (no es una orden, es un deseo) (pero a quién le hablo, a quién…)

Paula


ha, paula
tu sexo indómito
tu voz sexual masticándome al oído
volviéndome loco libre líbidico libroabierto sinpuntos niapartes
volviéndome lo que nunca
un comodín y vos una arlequina
tu sexo, paula
un caracol
tu sexto sentido
(el único farolito de la noche)
entrándole a mi pecho a mi carne
(como una flecha escupida por cupido y el rebelde)
entregándote
entregándomelo todo
gota a gota
de agua todamía toda dimensión desconocida
 la luna cuando gozabas
lágrimasvivas
paula, tus piernas flacas
tu fuego helado
tus brazos laxos
tu lengua roja
tus ojos negros
tu pelo lacio
tu olor a mezcla
paula, hermosa
sublime nuestro sexo de gin-tonic
de porro
de menta
de mentira
de paloma en la cocina
de platos rotos y de cuerpos ebrios volcados en el abismo
¡lejos del discurso!
paula
tu concha mojada embelesada por la fiebre de tus gritos
absorbiendo mi verga de piedra mis dedos y mi boca
tu piel entre mis uñas mis pelos entre las tuyas
un enjambre de fuego
ah, paula
fuimos fuego enjambrentado
ensangrentados por una burbuja que estalló en mil pasiones
tu entrepierna fue mi garganta del diablo
y en cada cachetazo
recuerdo renacer en serpiente de arena
como renacen los álamos
como renace el jilguero
como renacen los versos
ante la primer campanada de primavera
din dan/ding dong
y quisimos más, paula
más
y así fue que nos dimos nuestra misa de ostias
nos volvimos y nos vimos al vernos inmersos
 en una mañana de persianas bajas
parcial oscuridad de cenicero
y muchos dedos: susurros vagos de paredes cristalinas
y mucho vicio de escuerzo
tus pezones dos peones lujuriosos dos esclavos de mis dientes
amos de mis ojos y tus palmas amarillas de pija y tabaco
me pidieron que los manche
que los pinte como al óleo
y así fue que sin contención salté al vacío
cayendo en un bosque de manzanas y frutillas
 muriendo en tu cuerpo de vela
 te entregué todas mis miserias
¡mi alma fue un pájaro volando en un grito!
¡y mis mentiras un poema!
muy despacio
muy-[d]espacio
te llené la tetas de leche
perdiendo mis plumas transparentes
mis brazos tocaron el piso
y retorciéndote tocándote inventándote a vos misma
en el lodo blanco
en la espuma hambrienta
olvidándote por completo de mí
en completo
vos con vos
armonía
tomaste un libro de la Pizarnik
de una repisa que podría haber sido tu cabeza
y lo baboseaste
empuñaste
cada una, sus poesías al azar
lo estrujaste con tu mano izquierda
y explotaste
explotastenmilestrellas
estrellasdearena
estrellasdepanyopio
haciéndome de oro
te fuiste
enmilpalabras
levitaste
llegaste
acabaste
llegando
así fue
paula
así y asá
el inicio
del universo
la galaxia
los mambos
los otros
los sexos
que
somos
que somos y bebemos
que somos y bebemos después del quinto vaso
que somos y bebemos después del quinto vaso aparecemos
que somos y bebemos después del quinto vaso aparecemos en ese vapor
 que somos y bebemos después del quinto vaso aparecemos en ese vapor peregrino.
.

.
Todo el otoño puede estar en cualquier esquina,
Y lo está, sí que lo está
En las veredas ya crujen las horas
Y dicen Sol.



Un nuevo invierno
desciende del norte rodando
y asciende en sancos del sur.
-y me da en el pecho
sus flechas-
La flor se tiñe de azul
y el amor de agua caliente
calentando los cuerpos.
Los pies fríos,
dejando entrar al fuego,
por entre sus diminutos dedos,
se humedecen
y cambian de color,
de estación,
de olor.
La laguna parece congelada
-y sus algas y sus sueños
y sus pasos-
el puente más invisible que otras noches
las noches más largas y estáticas que otros días
las poesías más profundas y purpuras que otras veces
el vino más dulce y sincero.
¡el invierno!
Un nuevo invierno
-un cofre azul-

¿Qué traerá dentro?
Todo el otoño puede estar en el color de una hoja,
En el color de una hormiga,
En la no primavera,
En la no época de tomate,
En el cielo que parece estar cantándole a los ojos
Una serenata cualquiera: ciruela, tomate, menta o pera.
En el té rojo,
En las pupilas amarillas de azafrán.
Todo el amor puede estar en una cucharada de sopa,
En el pizarrón de una maestra que juega a ser niña dibujando palabras,
En la copa de un árbol o sobre tu panza,
En el dialogo de un moribundo con dios o con la enfermera tetona;
En un abrazo de tren,
En un permiso, en un hasta luego, en un te acompaño.
Todos los colores del vuelo, del vuelo infinito, caben en una lágrima, en la punta de un lápiz
Como en una diminuta nuez cabe el sexo y el inmenso amor de un pájaro.
En las uñas esclavas de los dedos del humano,
En los clavos de los techos de los ranchos oxidados por la lluvia,
En las flores, las guirnaldas y las velas
En los astros, los jarrones y los campos
Cae la brisa del onírico mundo de los gatos.
¡Los silbidos de los años de un canario!
¡Los poemas del exilio de un cometa!
¡Las mujeres de río y sus danzas callejeras!
¡Los relámpagos, los brujos y la cura!

No son más que el llanto de un cachorro muerto e´ frío.
Conocí a un viejo y una vieja en… en dónde? No lo recuerdo.
En el Salvador, quizás. En Lanús, tal vez. En mi cabeza, no estoy seguro.
Viejos cuyos nombres se me hace imposible acercar a la hoja. No importa eso. El viejo conocía los porqué de los cuándo y vivía quiero decir respiraba sólo tan sólo para contarlos a modo de cantos de cuentos de poesía viva que vive dando vueltas y saltos de grillos y de ojonas ranas pescadoras de salvajes moscas. Vivía, el viejo, sentado, contando los porqué de los cuándo, que eran muchos, pegadito a su viejita. Mi viejita decía el viejo, mi viejita. Hermosa compañera que sentadita sobre un almohadón de su diseño tejía los paraqués de vivir sin correr detrás de la zanahoria, que eran muchos y se veían bien y acariciaba el lomo de un gato amarillo que dos por tres se acercaba a las piernas flacas de ella para que ésta lo frote con suavidad y belleza. Una vieja y un viejo de no sé dónde de todos lados que con la particularidad de no contar el final narraban y tejían con dedos y voces  bellas y crudas historias tan de guerra como de amor. Tan de las estrellas como del trigo.