miércoles, 15 de octubre de 2014

Todo el otoño puede estar en el color de una hoja,
En el color de una hormiga,
En la no primavera,
En la no época de tomate,
En el cielo que parece estar cantándole a los ojos
Una serenata cualquiera: ciruela, tomate, menta o pera.
En el té rojo,
En las pupilas amarillas de azafrán.
Todo el amor puede estar en una cucharada de sopa,
En el pizarrón de una maestra que juega a ser niña dibujando palabras,
En la copa de un árbol o sobre tu panza,
En el dialogo de un moribundo con dios o con la enfermera tetona;
En un abrazo de tren,
En un permiso, en un hasta luego, en un te acompaño.
Todos los colores del vuelo, del vuelo infinito, caben en una lágrima, en la punta de un lápiz
Como en una diminuta nuez cabe el sexo y el inmenso amor de un pájaro.
En las uñas esclavas de los dedos del humano,
En los clavos de los techos de los ranchos oxidados por la lluvia,
En las flores, las guirnaldas y las velas
En los astros, los jarrones y los campos
Cae la brisa del onírico mundo de los gatos.
¡Los silbidos de los años de un canario!
¡Los poemas del exilio de un cometa!
¡Las mujeres de río y sus danzas callejeras!
¡Los relámpagos, los brujos y la cura!

No son más que el llanto de un cachorro muerto e´ frío.

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