miércoles, 28 de mayo de 2014

Un poema sangra vicios de huracán
Cuando los vientos enemigos arremolinan los barrios bajos
Vientos bravos
Y se llevan consigo chapas y migas de pan duro de los mortales que en ellas se refugian
Que a ellas dan sus bendiciones aclamando un sueño caliente por lo bajo de la luz amarilla de alguna vela que ilumina las caras cansadas, profundas… susurran…
Comedores enteros se van al carajo
Ilusiones etéreas
Sin dentaduras posibles quedan los vivos
Para masticar el día
Lo que se ve del día
Lo que quedo del día
Cuando se vive en pata
En tetas
Y con olor a
Dejar en las astas del toro lo que al toro le cuelga hasta en la muerte.
El zapping no existe: pura rutina de calcomanía
En sus rostros hace frio
Sin pasta sin sueño sin pensamiento
Un ángel fénico
Mengua del tobogán
Y trae consigo un poco de paz en lata.
Roberto perdió un dedo en la fábrica y no le duele, se ríe y dice un problema menos.
A Elvira la despidieron de su trabajo y culpa al alcohol.
Patricio abandono la escuela para dedicarse a ser pintor.
Hay un poeta, también, que canta y habla con los dioses de su cabeza.
Marina está embarazada y tiene Miedo y no hace más que fumar y Mirar el Mundo que se refleja en el ojo plateado del charco.
Respiraciones profundas
Dientes que brillan como bolas de billar
Lenguas frescas
Ideas vagas
Sonrisas seguidas de una tos que raspa el pecho.
Corazones contentos
Palomitas y arroz.
Un rato contrario.

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