Me hice el
muerto como una cucaracha y no viniste ¡me hice el muerto! Casi todo un día,
una eternidad. Lo que equivale a 18 abrazos, 3 cuadras y 10 puchos. Que hija de puta, todavía la
veo, ahí, pata pa´ arriba mostrando la panza colorada dentro del jonca de los
cubiertos. ¡Qué asco! Revuelvo la sopa, la ensalada, pincho el choclo y se me
viene a la mente su concupiscencia baboseando la alpaca, pisoteando la
espumadera, durmiendo entre las cucharas y
Vaya a
saber qué tanto más haces ahí adentro
hija de puta.
Todas las noches un
cajón cerrado y oscuro; y los días, el
mismo cajón atrancado con un cuadradito de diario, dibujado en su centro por un
hermoso dorado haz de luz que lo divide y hasta parece abrirlo por los aires, y
ella, cual perla de concha, ahí, brillando en el sol, haciéndose la muerta para
no morir explotada como toda su familia: de un boom, de un chancletazo.
Y yo, quien te
habla, hoy, me hice el muerto, Sí, me hice el muerto todo el día, como la cuca,
panza pa´ arriba pa´ que vengas a velarme y no viniste y me aburrí y la maté. ¿la maté? Sí. ¿Fin del juego? No, qué fin, si todavía… Sí, la tuve que matar, un algo de por
el viento se transformó en cosa y me entró por los brazos moviéndome cual
marioneta borracha y ¡plácate! Al
eterno sueño… ¿por qué no viniste?... una vez cristalizado el magma, me
arrepentí, ¡claro que me iba a arrepentir!
Tuve
poderosas-pesadillas-pesadilla- poderosa -poderosa-noche-de guirnaldas y
artificios: cucarachas gigantes, corpulentas y rojas, de ojos blancos con
enormes pupilas amarillas, peludas y hambrientas me corrían por angostas calles
de madera y metal. Cuchillos y singulares tenedores formaban un laberinto algo
encantado y yo perdido y perseguido, como un pájaro por perdigones, transpiraba
la gota gorda dentro de la noche del cajón ¡el jonca blanco! Que por instantes, miguitas de ellos, granos de arena, me
encontraba fuera:
algo
mareado y con el rostro de un cíclope me acercaba con una zapatilla desteñida
con dientes y boca de tiburón en una mano hacia la luna y con la otra, libre,
trémula y mojada, quitaba el cuadradito de diario en extrema cautela, y lo
abría: lentamente se me presentaba ese mundo al compás de una música de pavo
real que descendía del cielo logrando
orquestalmente que todos mis nervios se enfilen prolijos uno detrás de otro
y caminen en un dos un dos por un
tapial no más angosto que mis brazos. Y me veía corriendo, ahí, diminuto como
un pochoclo, queriendo escapar de los gigantones cucarachones, que lejos de
agotarse, agitaban sus crujientes patas y escrutaban cuidadosamente el espacio
azul entre los metales plateados que me cubrían…
¡Y me hice
el muerto!
Sí, me hice
el muerto en una noche como la de hoy
Para no
morir
Reventado
de un zapatillazo
Que yo
mismo
En estado
de presíncope
Estaba por
darme
Y vos
(Vaya a saber qué tanto más haces ahí dentro hija de puta)
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