Dice Longino que
lo sublime, usado en el momento oportuno, pulveriza como el rayo todas las
cosas y muestra en un abrir y cerrar de ojos y en su totalidad los poderes del
orador (1.4); que es grande realmente sólo "aquello que proporciona
material para nuevas reflexiones" y hace difícil, más aún imposible, toda
oposición y "su recuerdo es duradero e indeleble" (7.5). "Nada
hay tan sublime como una pasión noble, en el momento oportuno, que respira
entusiamo como consecuencia de una locura y una inspiración especiales y que
convierte a las palabras en algo divino" (8.4). Siguiendo la tradicional
oposición retórica virtud/vicio, explica Longino cómo "lo sublime reside
en la elevación, la amplificación en la abundancia" (15.12, ed. esp.
García López).
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